Relajación a través de cuentos: Cuento de la Tortuga

Los cuentos son un gran recurso para la psicologia infantil a la hora de trabajar con niños. El hecho de utilizar metáforas, imágenes o simbolismos hace que se incorpore el concepto que queremos trabajar con mayor facilidad, entre ellos una buena herramienta consiste el trabajo de la relajación.

Un cuento muy utilizado con niños que se enfadan con facilidad es el que proponemos a continuación.  Consiste en contar un cuento en el que una Tortuga tiene muy poco control de las situaciones y se enrabia con facilidad. Es una técnica ideada por Schneider y Robin que pretende, a través de la analogía con la tortuga, enseñarle al niño arelajación_infantil que cada vez que se vea en una situación donde no pueda controlar sus rabietas o no sea capaz de calmarse, pueda meterse en el caparazón imaginario y protegerse. La postura consiste en sentarse en el suelo, cerrar los ojos, y encogerse apretando brazos y piernas contra el cuerpo e inclinar la cabeza hasta que la barbilla se apoye en el pecho, en esta postura, el niño tensará todo su cuerpo y tomará aire al mismo tiempo, contará hasta cinco y destensará de nuevo el cuerpo expirando suavemente el aire. Esta postura será adoptada por el niño cada vez que le mencionemos la palabra “tortuga”. Es común su uso con niños con hiperactividad, ansiedad o con dificultades de control.
Además del aprendizaje de la relajación, se enseña una conducta alternativa ante situaciones que para él son negativas. Es un recurso muy utilizado en los niños de infantil y de primer ciclo de primaria.

 

El cuento de la Tortuga

“En una época remota vivía una tortuga joven y elegante. Tenia seis años de edad, y justo entonces, había comenzado la enseñanza primaria. Se llamaba Tortuguita. A Tortuguita no le gustaba acudir a la escuela. Prefería estar en casa con su mamá y su hermanito. No quería estudiar los libros del colegio ni aprender nada; sólo anhelaba correr mucho y jugar con sus amiguitos, o pintar su cuaderno de dibujo con lápices de colores. Era muy pesado intentar escribir las letras o copiarlas del encerado. Sólo le agradaba retozar y reírse con sus compañeritos –y pelearse con ellos también-. No le daba la gana de colaborar con los demás. No le interesaba escuchar a su maestra ni detener esos sonidos maravillosos, como de bomba contra incendios zumbando con estrépito, que acostumbraba a hacer con la boca. Era muy arduo para ella recordar que no debía pegarse ni meter ruido. Y resultaba muy difícil no volverse loco delante de todas las cosas que ella hacía como si lo estuviese ya de verdad.

Cada día, en su camino hasta la escuela, se decía a sí misma que iba a esforzarse en todo lo posible para no incurrir en jaleos durante esa jornada. Sin embargo, a pesar de ello, siempre enfurecía a alguno cotidianamente y se peleaba con él, o perdía la razón porque cometía errores y empezaba a romper en pedazos todos sus papeles. Se encontraba así metida constantemente en dificultades, y sólo necesitaba unas pocas semanas para estar hastiada por completo del colegio. Empezó a pensar que era una tortuga “mala”. Estuvo dándole vueltas a esta idea durante mucho tiempo, sintiéndose mal, muy mal.

Un día, cuando se hallaba peor que nunca, se encontró con la tortuga más grande y más vieja de la ciudad. Era una tortuga sabia, que tenía 200 años de edad y un tamaño tan enorme como una casa. Tortuguita le habló con voz muy tímida, porque estaba muy asustada. Pero la tortuga vieja era tan bondadosa como grande y estaba deseosa de ayudarle. “¡Hola!” –Dijo con su voz inmensa y rugiente- “Voy a contarte un secreto”. “¿No comprendes que tú llevas sobre ti la respuesta para los problemas que te agobian?” Tortuguita no sabía de qué le estaba hablando. “¡Tu caparazón! ¡Tu caparazón! -le gritó la tortuga sabia, y continuó exclamando: “Para eso tienes una coraza”. Puedes esconderte en su interior siempre que comprendas que lo que te estás diciendo o lo que estás descubriendo te pone colérica. Cuando te encuentres en el interior de tu concha, eres capaz de disponer de un momento de reposo y descifrar lo que has de hacer para resolver la cuestión. Así pues, la próxima vez que te irrites, métete inmediatamente en tu caparazón”. A Tortuguita le gustó la idea, y estaba llena de avidez para probar su nuevo secreto en el colegio. Llegó el día siguiente, y ella cometió de nuevo un error que estropeó su hoja de papel blanco y limpio. Empezó a experimentar otra vez su sentimiento de cólera y estuvo a punto de perder la compostura, cuando recordó de repente lo que le había dicho la tortuga vieja. Rápido como un parpadeo, encogió sus brazos, piernas y cabeza, y los apretó contra su cuerpo, permaneciendo quieta hasta que supo lo que precisaba hacer. Fue delicioso para ella encontrarse tan cauta y confortable dentro de su concha, donde nadie podía importunarle. Cuando salió fuera, quedó sorprendida al ver a su maestra que la miraba sonriente. Ella le dijo que se había puesto furiosa porque había cometido un error. ¡La maestra le contesto proclamando que estaba orgullosa de ella! Tortuguita continuó utilizando este secreto a lo largo de todo el resto del curso. Al recibir su cuartilla de calificaciones escolares, comprobó que era la mejor de la clase. Todos la admiraban y se preguntaban maravillados cuál sería su secreto mágico”.

Leave a reply