La relación con los demás: Pasiva, Asertiva o Agresiva

¿Qué es la asertividad?

Hay quien considera que asertividad es sinónimo de habilidades sociales, pero, en realidad, la asertividad es sólo una parte de las habilidades sociales, ya que es aquella que nos permite relacionarnos con los demás defendiendo nuestros propios derechos, sin agredir ni ser agredidos.
Por ejemplo, imaginemos que usted va a comprar en un supermercado y, al pagar, se da cuenta de que la dependienta ha cometido algún error con el cambio. Ante esta situación, usted podría no decir nada y quedarse con el cambio erróneo, escandalizarse con la situación, o bien pedirle por favor que lo revise. En este caso, la conducta asertiva sería la última, ya que se lleva a cabo una interacción en la que se poseen una serie de habilidades para responder de manera correcta.
Las personas asertivas, por lo tanto, defienden sus propios derechos, respetando a los demás y tratando de llegar a un acuerdo. Su comportamiento externo es un habla fluida, seguridad, contacto ocular directo, pero no desafiante y relajación y comodidad postural. Expresan sus sentimientos, tanto positivos como negativos, de manera honesta y sin agresión, con la capacidad de discrepar, de aclarar una situación y de saber aceptar los propios errores. Las personas asertivas se sienten satisfechas en sus relaciones, y no se sienten inferiores o superiores a los demás. Su conducta tiene consecuencias en las otras personas, sintiéndose valoradas y respetadas en todo momento. Se consideran personas “buenas, pero no tontas”.

¿Qué consecuencias conlleva la no-asertividad?

La ausencia de asertividad, puede conducir a la pasividad o, en el otro extremo, a la agresividad.
Las principales consecuencias de no ser asertivo es la pérdida de autoestima y del respeto de los demás, ya que conlleva que las otras personas se sientan culpables o superiores al pensar que “se aprovechan de su bondad”. Del mismo modo, las personas no-asertivas pueden presentar problemas psicosomáticos y, en ocasiones, pueden tener brotes de agresividad, fruto de la tensión y la hostilidad acumuladas.

Los extremos opuestos de la Asertividad: la Pasividad y la Agresividad

  •  Pasividad

        Una persona pasiva no defiende los derechos e intereses personales; respeta a los demás pero no lo hace a sí mismo.
El comportamiento externo de una persona pasiva consiste en un volumen de voz bajo (tartamudeos, bloqueos,…), huida del contacto ocular (mirada baja, cara tensa, dientes apretados o labios temblorosos,…), inseguridad para saber qué hacer y decir, o frecuentes quejas sobre terceros (“X no me entiende”, “X no me comprende”,…).
Los patrones de pensamiento se basan en considerar que del modo que actúan evitan molestar o hacer sufrir a los demás, en pensar que es más importante lo que el otro sienta en lugar de lo que sienta él mismo, en creer que “es necesario ser querido o aceptar a todo el mundo”, y en tener la constante sensación de que se es manipulado o incomprendido por los demás.
En referencia a los sentimientos y emociones, las personas pasivas sienten impotencia, frecuentes sentimientos de culpabilidad, baja autoestima, frustración, ansiedad y, en ocasiones, pueden sentirse agresivos u hostiles aunque no lo manifiesten.

  • Agresividad

         Las personas agresivas defienden en exceso sus derechos e intereses personales sin tener en cuenta los de los demás. Su comportamiento externo es un volumen de voz elevado, un habla poco fluida, tajante y con interrupciones, emplean insultos y amenazas, tienen la cara y las manos tensas y su postura invade el espacio personal del otro. Sus patrones de pensamiento se basan en el propio interés de sus sentimientos y pensamientos, se sitúan en términos de ganar o perder y, en ocasiones, pueden tener creencias de que “la gente merece ser castigada”. Sus emociones y sentimientos son de ansiedad, soledad, sensación de incomprensión, culpa, frustración y baja autoestima.
Las personas agresivas provocan rechazo o huída de los demás. En ocasiones, la conducta agresiva es una defensa para no sentirse “atacado” por las otras personas o bien es una falta de habilidad para afrontar situaciones de tensión.

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