Estrés: más allá de la presión por falta de tiempo

  El estrés se ha convertido en un tema popular. Los medios de comunicación a menudo atribuyen al estrés determinadas conductas inusuales o ciertas enfermedades. Pero, ¿qué es exactamente el estrés?

Todos padecemos estrés. En términos generales, es experimentar sucesos que se perciben como amenazadores para el propio bienestar físico o psicológico. Los sucesos son los llamados estresores, y la reacción de las personas ante éstos, es la respuesta al estrés.

Actualmente el ritmo de vida es muy acelerado, motivo por el que nos hemos tenido que adaptar a muchos cambios de la jornada diaria, desde cambios en la economía, avances tecnológicos o exigencias diversas. El estrés que se origina por dichos cambios suele manifestarse mediante reacciones de nuestro organismo, como por ejemplo el cansancio prolongado, dolores de cabeza, úlceras,… dificultado, en ocasiones, graves problemas físicos y psíquicos.

Estrés positivo y estrés negativo

         Por un lado, debemos distinguir un estrés positivo, cuya función es la propia defensa natural del organismo que nos permite ajustarnos a los diversos acontecimientos vitales y hacer frente a demandas o desafíos difíciles. Por ejemplo, los atletas de competición, los buenos entrenadores, los grandes maestros y los líderes obtienen sus mejores resultados cuando están excitados ante un desafío. En cambio, un estrés negativo, entendido como el momento en que el estrés se convierte en una reacción prolongada e intensa, desencadena problemas físicos y psíquicos. En ese caso, hablamos de estrés crónico, y es en esa situación cuando la hiperreacción de los centros reguladores del estrés del cerebro puede ocasionar desgaste físico, crisis de llanto y depresión.

Causas del estrés

        Existen innumerables acontecimientos que generan estrés. Algunos son cambios importantes que afectan a multitudes de personas, como las guerras, accidentes nucleares, terremotos, violaciones o asesinatos; situaciones de extremo peligro que escapan a la experiencia humana habitual.

Otros son grandes cambios en la vida de una persona, como por ejemplo cambiar de lugar de residencia, de vivienda, casarse, tener un hijo, perder a un amigo o padecer una enfermedad grave.

Del mismo modo, en la vida diaria, pequeños contratiempos también pueden experimentarse como estresores (atascos en hora punta, colas largas en el banco o las tiendas, tener demasiadas tareas que hacer, perder objetos,…) y pueden sumarse y afectar a nuestra salud y bienestar, así como también los problemas persistentes en el trabajo pueden conducir a un estado de fatiga mental, física y emocional. Otros son crónicos: se extienden durante largos periodos de tiempo, incluso indefinidamente, como un matrimonio infeliz. Por último, la fuente de estrés puede encontrarse dentro del individuo, en forma de motivos o deseos conflictivos (cuestiones no resueltas, dudas,…).

Factores que influyen en la percepción del estrés

           No todas las personas se sienten estresadas después de un cambio significativo en sus vidas, motivo por el que debemos tener presente que la evaluación que hagamos nosotros es más importante que la situación en sí misma.

Existen cuatro características de una situación que provocan estrés. Cuantas más se cumplan, mayor será el estrés. La novedad, la impredecibilidad, la sensación de que no controlamos la situación y la representación de una amenaza para nuestra personalidad.

Por ese motivo, si un suceso es novedoso, puede resultarnos estresante. El grado en que es posible evitar o provocar un acontecimiento también influye en la percepción del estrés. Cuanto menos controlable parece un hecho, más probabilidades hay que se perciba como estresante. Entre los principales hechos que escapan al control, están la muerte de un ser querido, un despido laboral y una enfermedad grave. Existen otros hechos que escapan al control, pero que son menos graves, como que un amigo no acepte una disculpa. Una de las razonas por los cuales los hechos incontrolables son estresantes es, precisamente, la imposibilidad de control o de evitación de los mismos. Asimismo, el grado en que se sabe si va a ocurrir y cuándo también afecta al nivel de estrés que produce, por lo que poder predecir si un hecho estresante ocurrirá suele reducir la intensidad del estrés. Finalmente, si una situación representa una amenaza para nuestra personalidad, como por ejemplo alguien se cuestiona nuestra capacidad para realizar correctamente nuestro trabajo, experimentaremos una respuesta de estrés.

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